Juana Gallo
Angela Ramos Aguilar
Si escribiera primero su nombre, después su apodo, no se sabría de quien se trata
La mujer leyenda de Zacatecas, como dijo Salinas Enríquez, que Juana Gallo se ganó el cariño de la gente porque fue una mujer del pueblo, sencilla y humilde; aunque sí, recia y malhablada. Angel Román Gutiérrez director de la Facultad de Historia de la UAZ dijo, “todos los zacatecanos llevamos una Juana Gallo en nuestro interior. Una historia de Zacatecas sin ella es como un nacimiento sin pastores o una historia de México sin Pípila”.
Lo que pasó es que llevaba una buena amistad con los villistas pero nunca portó rifle alguno ni participó en la revolución”. Y no fue la revolucionaria que María Félix representó como jefa revolucionaria de nombre Ángela Ramos y de apodo Juana Gallo en la película.
Ángela Ramos Aguilar debe más su fama a su mote, en el tiempos de su educación primaria el cura don José Eugenio Narváez la bautizó con el mote de Juana Gallo, porque ya destacaba por bravucona y peleonera, ya teniendo impacientado al religioso; y al descalabrar a un compañerito, el cura, harto ya de sus riñas, para reprenderla, le gritó: "Aplácate, Juana Gallo". Dice Flores Muro que Juana fue por lo común del nombre, y lo de Gallo, por lo brava. Lo cierto es que a partir de ese momento, el apodo de Juana Gallo marcó para siempre su vida.
Toda su vida hizo honor a su apodo, por su carácter pendenciero y belicoso, sobre todo cuando de defender a los curas se trataba en los conflictos religiosos.
La casa de Juana gallo está en la avenida principal de Zacatecas, al fondo, por las casas de los mineros en el pasado.
se cuenta en el libro de Flores Muro que, en cierta ocasión, cuando el general Benjamín Hill inició la clausura de los templos en Zacatecas, siendo comandante militar en 1915, en 1926, cuando el general Eulogio Ortiz encarceló a los padres y al obispo de Zacatecas, monseñor Ignacio Plascencia, Juana Gallo se le enfrentó valientemente, le propinó sus buenas cachetadas, lo jaloneo del chaquetín y le exigió que liberara a los prisioneros, lo que hizo Eulogio Ortiz, por temor al pueblo armado con piedras y palos, encabezado por Juana Gallo. Aún este incidente parece poco creíble y queda más a manera de leyenda.
Esta placa esta en un costado de la casa donde vivió y dicen que su sombrero nunca se lo quitó hasta el día que murió.
En su carácter sencillo y religioso, Juana Gallo fue siempre una defensora de su religión católica que profesaba con orgullo a pesar de la adversidad que se vivió en el México de la época cristera. Cómo curiosidad se dice que Juana Gallo tenía un perro al que llamaba Rubí y siempre lo reprimió: “usted no puede juntarse con los otros perros porque usted es católico apostólico y romano, los otros son protestantes”.